Nunca dejar de luchar

Hoy es el Día Contra el Cáncer de Mama, y no tendría sentido tener un blog y no hacer mención de ello, sobre todo en mi caso.

A veces siento un miedo atroz, casi paralizante, ante la posibilidad de olivarme de mi madre, aunque sé que es del todo imposible. Aún así, siento miedo y náuseas solo de pensar que pueda olvidar cualquier tipo de detalle, cualquier cosa referente a ella. Hoy no quiero que se la recuerde por lo que padeció, por el cáncer que nos la arrebató; quiero que se la recuerde por lo que fue y por lo que sigue siendo en mi corazón y en el de todos aquellos que la conocieron, pues estoy segura que la adoraron y la siguen adorando.

Esta es mi motivación hoy, contaros con unas breves palabras, algunos detalles sobre cómo era mi madre. Y prometo no extenderme mucho, sino acabaréis todos a moco tendido, jajajaja!! Y yo deshidratada!!

Recuerdo perfectamente cómo mi madre se maquillaba, ante el espejo, cada día antes de salir a la calle. Era muy coqueta. Se perfilaba los labios lentamente pero sin que le temblase el pulso. Solía usar tonos marrones oscuros, o lilas. Cuando se quemó perdió gran parte de las cejas, así que también se esmeraba mucho en ellas. Yo, tuviese la edad que tuviese, me sentaba en el baño a verla como se maquillaba, con cualquier excusa o cualquier pretexto, aunque simplemente quería mirarla.

Recuerdo también, con una sonrisa que no puedo contener, cómo siempre la pillaba medio escondida detrás de una puerta mirándome. Se ve que esto de mirarnos viene de familia. Yo disimulaba, hacía cómo si no me diese cuenta, pero la veía allí, medio apoyada en la puerta, atenta a cómo estudiaba o leía. La veía sonreír. Esa sonrisa rebosante de ternura, esa que intento recordar cada noche antes de ir a dormir.

Mi madre es una mujer especial, una mujer fuerte, que trabajó y estudió, y consiguió su sueño. Luchó como la que más y cuidó de nosotros hasta el último minuto, cuando ya le abandonaron las fuerzas.

A ella se lo debo todo y no pienso defraudarla. Siempre me decía: “Cariño, Lidia, hagas lo que hagas, siempre sé tú misma.”. Y le pienso hacer caso.

Porque aunque no estés, estás en todas partes.